Los arquetipos son fuente de vida instintiva y espiritual. Cuando Jung habla de arquetipo, es de la representación de lo que habla y nunca de la cosa en sí misma, la cual en los dos casos queda un misterio que ataña a la transcendencia. A partir de esta idea, el pintor Cristian Pineda ocupa el término como una estructuración de muchos objetos con los cuales el ser humano va formando consciente o inconscientemente sus formas, ideas y sueños. De alguna manera es un proceso no tan consciente, sino más sensitivo o espiritual, lo que Pineda fue materializando.
Un busto, un ojo, un volcán, una casa, éstas son unas de las tantas imágenes que se apropió el pintor en sus numerosas obras y que guían la lectura artística de su trabajo. Cristian nos explica que son “personajes recurrentes. Los tomé, los saqué de la pintura y los puse a esta superficie de pintura cortada”[1]. Éstas 400 piezas son un proyecto que ofrece un cierto parámetro de hacia dónde va el trabajo del pintor. Es como el origen, la semilla.